Confome un satélite climático se dirige a Venus, una nueva teoría aborda uno de los misterios pendientes del planeta.
Akatsuki, el primer satelite meteorológico extraterrestre, comenzó su viaje hacia Venus el 21 de mayo tras su exitoso lanzamiento desde el Centro Espacial Tanegashima en Japón.
La nave espacial debería ayudar a resolver uno de los grandes misterios del Sistema Solar: por qué los vientos de Venus soplan más rápido de lo que rota el planeta.
Venus rota una vez cada 243 días pero las nubes de la atmósfera venusiana apenas necesitan 4 días para dar la vuelta al planeta a unos asombrosos 200 metros por segundo. Este fenómeno es conocido como súper-rotación.
Los astrofísicos han especulado desde hace mucho tiempo sobre que la diferencia de temperatura entre los lados diurno y nocturno de Venus a 300K y 100K respectivamente, es lo que impulsa estos vientos. Pero hay un problema con este cálculo.
El misterio es que la atmósfera venusiana tiene una cierta viscosidad y por eso, por sí sola, debería disipar energía a un ritmo de 109 W y frenarse. Otra cosa más debe estar inyectando energía en el sistema a este ritmo. ¿Cómo sucede esto?
Héctor Javier Durand-Manterola y sus colegas de la Universidad Nacional Autónoma de México dicen que han resuelto el misterio. Señalan que además de los vientos atmosféricos comunes, hay otro flujo mucho más rápido por encima del planeta. Estos son los vientos iónicos de la ionosfera entre 150 y 800 km sobre la superficie, y que fueron descubiertos por el Orbitador Pioneer Venus a principios de los 80s.
Conocidos como el flujo transterminador, estos vientos viajan a velocidades supersónicas de varios kilómetros por segundo, probablemente dirigidos por la interacción del planeta con el viento solar.
La cuestión que Durand-Manterola y compañía abordan es qué sucede cuando los vientos supersónicos de la ionosfera interactúan con los vientos más lentos de la atmósfera. Su respuesta es que la interacción genera turbulencias en la atmósfera y que la disipación de esta turbulencia crea ondas de sonido en las que se inyecta una cantidad significativa de energía a la atmósfera.
¿Cuánta? Durand-Manterola y sus colegas calculan que el proceso inyecta energía a un ritmo de 1010 W, más que suficiente para dar cuenta de las pérdidas debido a la viscosidad. De hecho, una predicción que hacen es que las ondas de sonido creadas por el proceso de inyección de energía tienen una intensidad de 84 dB. Esto es un rugido significativo que debería ser medible en el futuro.
Para respaldar la idea, el equipo llevó a cabo un experimento simple con agua para demostrar cómo tiene lugar la transferencia de energía, aunque en condiciones bastante distintas.
Esta es una idea interesante pero que necesitará de más observaciones de Venus antes de que pueda afirmarse como válida. El hecho de que este proceso pueda reemplazar la energía disipada, no significa que lo haga.
Cuando esto suceda, Akatsuki podría ser capaz de ayudar. Llegará a Venus en diciembre y debería comenzar a enviar datos poco después. Durand-Manterola y otros estarán observando.
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