El espacio como nueva forma de territorialidad y de proyección de poder

El desmembramiento de la URSS ha sido pieza central en el nuevo sistema internacional que se ha ido gestando.


La cuestión radica en que no se sabe a ciencia cierta a qué tipo de sistema ha dado nacimiento el fin del enfrentamiento bipolar. De hecho, hay ciertas certezas (como por ejemplo, la alta inseguridad, el aumento de los conflictos o confrontaciones intraestatales, la proliferación horizontal, etc.) que dan como resultado una menor estabilidad del sistema y una menor confrontación en términos de amenazas clásicas.

Dentro de este cuadro, muchos han sido los estudios realizados sobre el escenario post Guerra Fría, los cuales han ofrecido modelos o paradigmas diversos. Sin pretender ser exhaustivos, podemos citar la tesis neoeconómica de tres bloques mercantilistas, un nuevo modelo de bipolaridad incipiente, el modelo de la aldea global, el modelo de "zonas de paz" - "zonas de turbulencia" basadas sobre la brecha del desarrollo, el modelo de dominación unipolar, la tesis del choque de civilizaciones, entre otras. La inestabilidad y la fragilidad de los estados es y será la mayor causa de conflictos y guerras en gran parte del mundo, y en ellas, el tema del control de recursos como de territorios será tan válido para las guerras intraestatales como interestatales.

Es en este punto donde pretendemos detenernos y mirar hacia el espacio ultraterreste, concibiéndolo como una nueva forma de territorialidad, un nuevo paradigma de dominación, un nuevo campo de batalla. El desarrollo de capacidades satelitales abre abismos militares-tecnológicos y una capacidad única para concentrar información y proyectar poder. La transformación de una sociedad industrial en una sociedad de la información ha trastocado el esquema bélico de las confrontaciones, característico del siglo XX y demanda la organización de una defensa acorde con el nuevo escenario. La emergencia de la guerra informática ha traído aparejada la irrupción de este nuevo ámbito para la acción bélica: el ciberespacio.

Es en este segmento donde, dentro de los Estados que integran el sistema internacional, podemos encontrar a países hiper-desarrollados como vulnerables, pues dependen de las infraestructuras tecnológicas espaciales. Es por ello que, este nuevo "territorio no territorial" viene a presentar un nuevo factor de erosionamiento de las capacidades estatales y, a la vez, una nueva forma de concentración de poder.

Por ello, Estados Unidos ha sustentado como objetivo prioritario la necesidad de mantener la primacía en este segmento como política estratégica nacional, posibilitando de ese modo el mantenimiento de su influencia a nivel global. En otras palabras, han incluido su programa espacial dentro de su agenda de seguridad nacional. Y han incluido al espacio ultraterrestre como un nuevo espacio para ser defendido y negado a otros actores.

Cierto es que este nuevo 'territorio' es considerado por la legislación internacional como res communis humanitatis (patrimonio común de la humanidad) y, por tanto, no es susceptible de apropiación sea por parte de actores estatales, como no estatales, como supranacionales. Los principios que reza la Resolución de la Asamblea General 1962/XVII del subcomité jurídico del Comité para la Utilización Pacífica del Espacio Exterior (COPUOS) aprobada el 13 de diciembre de 1963 y reiterados a posteriori en forma de tratado internacional, siguen vigentes. Ellos son: libertad, igualdad, cooperación, mantenimiento de la paz, no apropiación y responsabilidad.

Ahora bien, ¿podría afirmarse que la competencia estratégica por el control y el uso militar en el espacio se han convertido en el objeto principal de las políticas de seguridad y defensa de los estados espacialmente desarrollados? Tengamos presente, por ejemplo, el caso de la nave experimental DART (Demostration of Autonomous Rendezvous Technology) propiedad de la NASA, que encendió sus cohetes cerca de un satélite militar de comunicaciones estadounidense, lo desactivó y chocó con él. De tal circunstancia puede deducirse que, aunque el Tratado del Espacio prohíbe el armamento nuclear o de cualquier tipo en el mismo, algunos elementos no nucleares instalados en el espacio podrían producir efectos estratégicos equiparables a la utilización en ese ambiente de un arma nuclear.

Entonces, si bien al día de hoy no existe 'apropiación del espacio exterior' ni armamento en órbita -en sentido estricto-, no se debe menoscabar el hecho de que sí hay actualmente múltiples satélites militares que modifican subrepticiamente la situación en lo atinente a su militarización. Esto implica que si bien el espacio no cuenta con armamento, sí tiene equipos militares, usados para las comunicaciones, la navegación, información y vigilancia planetaria que ameritan una doble lectura, según el fin para el cual se los utilice.

Mas allá entonces de la legislación espacial vigente, más allá incluso de los diversos modelos de sistema mundial que encumbrados doctrinarios han desarrollado, en la actualidad debe necesariamente contemplarse lo ultraterrestre como segmento para desplegar los nuevos ámbitos de proyección de poder, entendiendo que nos encontramos ante un nuevo paradigma de territorialidad, capaz de posicionar a los países con ventajas comparativas a la hora de ejercer soberanía.

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