Cuando los planetas pueden no ser habitables

Con la nueva evidencia que sugiere que la galaxia podría estar llena de planetas habitables como el nuestro, el Universo puede ser un lugar más amigable de lo que nadie podría haber imaginado. Sin embargo, no todos los planetas tienen la suerte de tener las condiciones adecuadas para la vida. Éstos son algunos ejemplos de cómo las cosas pueden ir muy mal.

Ideal: Los planetas habitables están lo suficientemente lejos de sus estrellas anfitrionas para tener la temperatura adecuada para que exista agua líquida.

Realidad: Un planeta que está demasiado lejos de su estrella se convierte en una bola de hielo muerta y congelada incapaz de sostener cualquier tipo de vida, aparte de un partido de hockey.


Ideal: Los planetas habitables existen en sistemas solares relativamente libres de caos orbital, donde las órbitas son estables y los planetas se mantienen a sí mismos.

Realidad: Sistemas solares jóvenes y caóticos con órbitas inestables o que se intersectan pueden ser un derby de demolición cósmica, con planetas y lunas estrellándose unos a otros sin piedad. Los planetas masivos de gas que migran acercándose a su estrella pueden consumir a los mundos más pequeños, del tamaño de la Tierra, que se encuentran en su camino. Los planetas en algunos sistemas agitados pueden incluso ser expulsados completamente, condenados a vagar solos por el cosmos.


Ideal: Los planetas habitables son agradables, con órbitas predecibles que mantienen sus temperaturas superficiales relativamente estables durante todo el año.

Realidad: Planetas con órbitas extremadamente excéntricas, u órbitas en forma de óvalo en torno a sus estrellas anfitrionas. A medida que el planeta se mueve hacia la estrella, las temperaturas pueden alcanzar picos de cientos de grados en sólo unas horas, dando un nuevo significado al término "ola de calor".


Ideal: Los planetas habitables son lo suficientemente grandes para sostener un atmósfera que sustente la vida, pero no tan grandes para que estén 'enterrados' bajo gruesas capas de gas.

Realidad: Ser un planeta pequeño puede no ser divertido, sólo pregúntele a Marte. Demasiado pequeño para contener una atmósfera lo suficiente gruesa, el agua líquida que Marte pudo tener alguna vez probablemente se habría evaporado a medida que perdía su atmósfera, convirtiendo al planeta en un desierto hostil.

En realidad, los planetas grandes no son mejores; aunque mundos como Neptuno y Saturno pueden tener núcleos rocosos en su centro, la increíble presión de su espesa atmósfera aplastaría cualquier cosa que intente aterrizar mucho antes de llegar al núcleo.


Ideal: Los exoplanetas habitables son bastante viejos para haberse vuelto estables, pero no tan viejos para que sus corazones se hayan enfriado o que estén en peligro de ser consumidos por sus estrellas.

Realidad: Entre sus superficies fundidas y el constante bombardeo de los desechos, los planetas jóvenes no son un lugar para que la vida como la conocemos pueda mantenerse.

Pero los planetas más viejos son más aterradores. A medida que el núcleo de un planeta se enfría, los sumideros de agua líquida -dadores de vida- se sumergen hacia el interior a través de la corteza y desaparecen de la superficie del planeta.

Una vieja estrella también puede suponer un peligro significativo para un planeta. Todas las estrellas se hinchan y se vuelven gigantes rojas a medida que envejecen, consumiendo a los planetas que están demasiado cerca para escapar. Algunos de ellos estallan en pedazos por las explosiones estelares.

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