El Herschel no deja de impresionar

Los últimos datos enviados a la Tierra por el nuevo telescopio espacial Herschel, lanzado el pasado mes de mayo por la Agencia Espacial Europea, ha abierto una nueva ventana a las galaxias para los investigadores.


Herschel, el mayor telescopio infrarrojo, está diseñado para estudiar algunos de los objetos más fríos en el espacio, localizados en las profundidades en una región donde el espectro electromagnético está todavía inexplorado en gran parte.

Su espejo de una pieza, que es casi una vez y media más grande que el del Hubble está captando detalladas imágenes de las estrellas con una cobertura de una amplia longitud de onda. Estos nuevos datos están proporcionando a los astrónomos un mejor entendimiento de la composición, temperatura, densidad y masa del gas y el polvo interestelar -el combustible para la formación de las estrellas- en las galaxias cercanas y en las nubes de estrellas en formación.

"Herschel está creando excitación no sólo en la comunidad científica, sino también en el público en general", declaró Chris Wilson, profesor del departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Mc Master. "Realmente estamos entrando en la Edad de Oro de la Astronomía", afirmó.

Wilson es el investigador principal en uno de los proyectos de Herschel -Procesos físicos en el medio interestelar de las galaxias más cercanas-, que implica a un equipo de científicos de siete países. Están examinando los ejemplos más cercanos de cada tipo de galaxia que encuentran para estudiar las propiedades del gas y determinar cómo esas propiedades están relacionadas con la formación de estrellas.

"Las longitudes de onda infrarrojas aplicadas por Herschel son absolutamente cruciales para entender los procesos físicos y propiedades del medio interestelar. Este ámbito está poco estudiado pero vamos a contar con una imagen más clara del amplio medio en que se desenvuelven las galaxias", declaró Wilson.

Científicos de instituciones y universidades en todo el mundo podrán utilizar el Herschel durante unos cuatro años, cuando se espera que se agote el helio líquido que mantiene sus instrumentos suficientemente fríos como para que funcionen.

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