El futuro de la exploración espacial desata una guerra interna en la NASA


Las celebraciones del 40º aniversario del Apolo 11 nos han traído a la memoria la que sin duda fue una de las mayores gestas de la NASA, por no decir de todo el siglo XX, lo cual ha reforzado la a menudo maltrecha imagen pública de la agencia estadounidense y de la exploración espacial en general. Pero, pasada la ebriedad del momento, también ha quedado en evidencia que la situación actual difiere mucho de la de aquellos tiempos de Guerra Fría. No sólo porque ningún hombre haya pisado la Luna desde que concluyó el programa Apolo, sino, sobre todo, porque ni siquiera se sabe muy bien cuál es el rumbo a seguir y esta incertidumbre ha desatado una auténtica guerra interna en la NASA.

Tras la llegada de un nuevo Gobierno a EEUU, un nuevo administrador de la NASA -el ex marine y ex astronauta Charles Bolden- y un nuevo panel de expertos sobre vuelos espaciales tripulados, que presentará sus conclusiones a finales de agosto, el programa impulsado por la anterior Administración ha vuelto a ponerse en entredicho. Los grupos de presión han reforzado sus posiciones y no falta quien intenta hacerse un hueco en la futura conquista del cosmos o, simplemente, conservar su empleo.

Los viajes del Apolo, al margen de su éxito político y estratégico, produjeron una considerable cantidad de información científica sobre el satélite terrestre, del que muy poco se sabía antes de que Kennedy diera el pistoletazo de salida de la carrera espacial en su famoso discurso de 1961. Pero ahora muchos consideran que llevar astronautas de nuevo sería un gasto innecesario, bien porque los actuales robots y sondas pueden ocuparse del trabajo sin arriesgar vidas, o bien porque hay objetivos astronómicos de mayor interés. Otros, sin embargo, creen que volver a la Luna sigue siendo una meta irrenunciable, tanto por sus riquezas minerales como por la necesidad de establecer una estación de paso antes de enviar astronautas a Marte.

La presión de China

En este último aspecto, de hecho, se basaba el programa Visión, lanzado por la anterior administración estadounidense en torno a un nuevo sistema de naves y cohetes denominado Constelación y cuya viabilidad está revisando ahora un nuevo comité de expertos bajo el auspicio del presidente Barack Obama. Después de que potencias como China hayan anunciado su interés por la Luna, el Gobierno de EEUU está obligado a tomar una decisión sobre cuáles son sus prioridades espaciales y cuánto dinero está dispuesto a gastar en ellas. Además, la fecha de jubilación del actual programa de transbordadores, el Shuttle, ya se ha echado encima: 2010. Es ahora cuando el nuevo presidente deberá elegir la hoja de ruta a seguir, y los debates internos en la agencia especial se intensificarán cada vez más.

Según Norman Augustine, ex directivo del gigante aeroespacial Lockheed Martin y presidente del panel de expertos de Obama, las recomendaciones del comité serán amplias y permitirán al Gobierno un margen de decisión. Aunque los expertos tienen una apretada agencia de reuniones durante la primera mitad de agosto, una idea ya ha sido presentada a la prensa: los astronautas podrían viajar por el Sistema Solar sin necesidad de aterrizar sobre la Luna ni ningún otro cuerpo. De esta forma, argumentan los defensores del proyecto, volverían a traspasar las fronteras de la órbita terrestre, pero se abaratarían costes y se podrían definir nuevos objetivos científicos.

Un presupuesto insuficiente

En cuanto al futuro del Shuttle, todo indica que Obama mantendrá el plan de su antecesor, pues ya en mayo se despidió o recolocó a un total de 900 trabajadores del programa, que no serán necesarios para las misiones que aún hay pendientes en la Estación Espacial Internacional (ISS). Los críticos con esta decisión argumentan que, a partir de ahora, EEUU no tendrá posibilidad de llevar astronautas al espacio hasta al menos 2015, cuando se prevé que estén listos los vehículos del programa Constelación, compuesto por los cohetes Ares y las cápsulas Orión, inspirados en el diseño del Apolo.

En este sentido, un subcomité formado por 10 miembros del panel presidencial acaba de lanzar la propuesta de ampliar los vuelos del Shuttle para no abandonar la ISS y cubrir el vacío de al menos cinco años entre un programa y otro. Además, estos expertos calculan que, de seguir al ritmo habitual, sólo las siete misiones de transbordador que aún quedan por completar ya se extenderían hasta marzo de 2011, sin contar con las ocho más que, como mínimo, consideran que deberían aprobarse antes de cancelar definitivamente el programa. «Pero, por supuesto, no hay financiación para esta posibilidad», lamentaba Sally Ride, ex astronauta y miembro del panel.

Sobre el dinero hay poco desacuerdo. También Michael Griffin, que ha sido administrador de la NASA durante los últimos años y bajo cuyo mandato se desarrolló el plan de retirar el Shuttle y volver a pisar la Luna, ha hecho llegar sus quejas a la nueva comisión: la «enorme reducción» de presupuesto que ha sufrido la agencia no se ha visto acompañada de una mengua equivalente de sus tareas. Griffin, en cualquier caso, se ha mostrado crítico con la decisión de revisar el programa de regreso a la Luna: «La agencia espacial ya tuvo su cambio en el que puedes creer», dijo en clara referencia al lema de campaña de Obama. «Lo que ahora necesita es que la dejen tranquila para poder ejecutarlo bien».

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