Cuando un meteorito entra en la atmósfera de un planeta, el calor extremo hace que algunos de los minerales y materiales orgánicos en su corteza exterior sean liberados como agua y dióxido de carbono antes de chocar contra la superficie.
Los investigadores sugieren que esta aportación de agua pudo haber hecho más húmedas a las atmósferas de la Tierra y de Marte. La descarga del dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, pudo haber atrapado más energía de la luz del Sol para hacer a la Tierra y a Marte lo bastante calientes como para sustentar océanos líquidos.
En el nuevo estudio, unos investigadores del Imperial College de Londres analizaron, mediante una sofisticada técnica, los vestigios remanentes de minerales y de contenidos orgánicos de quince fragmentos de meteoritos antiguos caídos en diversas partes del mundo, para calcular cuánto vapor de agua y dióxido de carbono habrían liberado en su caída a través de la atmósfera terrestre, sometidos a las muy altas temperaturas que se experimentan durante esa travesía atmosférica.
Se comprobó que, por término medio, cada meteorito era capaz de liberar hasta el 12 por ciento de su masa como vapor de agua, y el 6 por ciento como dióxido de carbono, al entrar en una atmósfera.
Fragmento del meteorito Murchison analizado por los investigadores. |
Los investigadores analizaron entonces los datos de una antigua lluvia colosal de meteoritos conocida como el Último Gran Bombardeo, que se produjo hace alrededor de 4.000 millones de años, durando unos 20 millones de años, y durante la cual numerosísimas rocas chocaron contra la Tierra y Marte.
Usando modelos publicados sobre las tasas de impacto de meteoritos durante el Último Gran Bombardeo, los investigadores calcularon que unos 10.000 millones de toneladas de dióxido de carbono y unos 10.000 millones de toneladas de vapor de agua se pudieron inyectar en las atmósferas de la Tierra y Marte cada año.
Esto sugiere que el Último Gran Bombardeo pudo liberar suficiente dióxido de carbono y vapor de agua como para volver más cálidas y húmedas las atmósferas de los dos planetas, y, por lo tanto, hacer que fueran más favorables para la vida.
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