El horizonte de la Astronomía

La exploración del Universo es la nueva frontera para el ser humano, la puerta hacia mundos desconocidos.


¿Qué pensamiento abordaba la conciencia de Américo Vespucio cuando, cinco siglos atrás, decidió embarcarse en la proeza de surcar el océano para alcanzar, en la lejanía, el horizonte azul que representaba el fin de todas las cosas? ¿Qué le empujó a fijar su mirada en los límites conocidos del mundo? Probablemente su curiosidad, tal vez su intuición o, sencillamente, su naturaleza humana.

Cinco siglos después, la humanidad continúa apuntando sus miradas hacia las estrellas, en busca de preguntas y respuestas, para abordar la comprensión de los nuevos y más lejanos horizontes. En el año en que se conmemora el quinto centenario del descubrimiento de Galileo Galilei por el cual, la Tierra y toda la humanidad, dejaban finalmente de ocupar el privilegiado centro del universo, nos preguntamos cómo ha cambiado aquel 'horizonte azul' que contemplaba Américo.

Cuando su mirada se alzaba, se encontraba con el Sol, la estrella que nos anfitriona cada mañana. Una estrella que, con su habilidad de transformar la materia en energía, permite que se albergue la vida en la Tierra. Una modesta estrella amarillenta, de mediana edad que, con cien veces el tamaño de la Tierra, millones de grados de temperatura y una gravedad decenas de veces más intensa que la de la Tierra, es capaz de mantener unidos a todo un sistema de planetas y centenares de asteroides y cometas.

Más allá, se extienden miríadas de otras estrellas con astros similares orbitando en torno a ellas. Todos estos sistemas se agrupan en un conjunto al que denominamos galaxia. Y es que, aunque pueda sorprender al lector, un sistema tan inmenso como éste (nuestra galaxia), en el que la mismísima luz (capaz de dar 7 vueltas y media a la Tierra en un sólo segundo) necesitaría cerca de mil siglos para poder cruzarlo de punta a punta, resulta ser la unidad más básica del universo. Cientos de millones de ellas lo componen, de forma semejante a como sería una célula para un organismo vivo.

Cuando se alzan los telescopios hacia las fronteras de nuestra propia galaxia llamada Vía Láctea, estas minúsculas nebulosidades tenues comienzan a esclarecerse allá en la lejanía. Grandes y pequeñas, azules, rojas o amarillas, simétricas como espirales o irregulares como nubes. Decenas de miles de millones de galaxias que se muestran agrupadas en gigantescos grupos como ciudades de galaxias o aisladas como zonas rurales.

Actualmente se realizan cartografiados de galaxias para cuantificar su tamaño, identificar con sus colores las regiones donde se forman nuevas estrellas o dónde se sitúan las más viejas, conocer su composición química, o a qué distancia se encuentran de nosotros. Esto nos permite no sólo realizar una clasificación ordenada de los tipos presentes en el Universo, sino también trazar el hilo histórico que las relaciona, pudiendo así comparar las más distantes con las más familiares o cercanas. Hilar cómo, cuándo y cuánto han cambiado nos permite reconstruir la secuencia evolutiva de las propiedades de las galaxias a lo largo del espacio y del tiempo del Universo y, por lo tanto, aprender cómo ha cambiado la imagen del propio Universo.

Pero, ¿sabría usted decir si las galaxias se distribuyen aleatoriamente en el tejido del Universo llamado espacio-tiempo? La respuesta no puede crear sino fascinación. Los miles de millones de galaxias esparcidas por el Universo, agrupadas en cúmulos y supercúmulos de galaxias, determinan la estructura a gran escala del Universo. Las agrupaciones de agrupaciones de agrupaciones de galaxias se distribuyen formando gigantescas estructuras filamentosas, uniendo regiones de gran densidad de galaxias con otras de completo vacío.

Sin embargo, y sorprendentemente, el 95% de la materia que constituye el universo se encuentra desaparecida. Alguna forma misteriosa de materia y energía oscura escapa a nuestras miradas. Su existencia es reconocible por el efecto que produce sobre las galaxias que embeben y que sí observamos.

Y el Universo se expande. Desde su nacimiento, los objetos celestes han cambiado sus posiciones relativas, alejándose los unos de los otros. Incluso la luz de las propias galaxias, la mismísima imagen del Universo, se ha visto modificada al tener que viajar a través de un espacio que crecía incesante al expandirse. Como un horizonte que se aleja de nosotros sin descanso, en un Universo que se hace más y más infinito a cada instante, incluso mientras se leen estas mismas líneas.

Y es que, tal vez, la verdadera emoción que sentía Américo Vespucio no residía en alcanzar el umbral del horizonte azul sino, simplemente, en el mismo hecho de soñar con perseguirlo. Quién sabe, a lo mejor el cometido de la humanidad no sea tanto el alcanzar los horizontes sino, simplemente, el embarcarse en la aventura de las preguntas, las respuestas y las conclusiones propias de abordar una tarea tan grandiosa como es soñar despiertos un universo como éste.

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