Cuando la sonda Cassini comenzó a orbitar Saturno hace cinco años, una docena de instrumentos de gran precisión comenzaron a escrutar este sistema planetario. Pero la sonda reveló recientemente nuevos datos que parecen rebatir la creencia científica en que nuestro sistema solar se parece a un cometa moviéndose a través del medio interestelar: la materia entre estrellas presente en nuestro rincón de la Vía Láctea.
En su lugar, los nuevos resultados sugieren que nuestra heliosfera se manifiesta como algo más parecido a una burbuja, o también a una rata devorada por una boa constrictor, en la medida en que el sistema solar se mueve a través de la 'barriga de la serpiente', que imita el campo magnético interestelar local, expandiéndose y contrayéndose a medida que la rata la atraviesa.
"En un primer momento reaccioné con incredulidad", declaró Tom Krimigis, investigador principal del Magnetospheric Imaging Instrument en el Laboratroio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins. "La primera cosa que pensé fue ¿qué error se ha producido en nuestros datos?", agregó, informa la NASA.
Krimigis y sus colegas combinaron estos datos con otros procedentes de la sonda Ibex (Interestellar Boundary Explorer) para crear el primer mapa de la heliosfera y su gruesa capa exterior conocida como la heliofunda, donde el viento solar fluye al exterior desde donde alcanza el calor del Sol y se ralentiza mientras interactúa con el medio interestelar.
Los datos de Cassini también proporcionan una indicación mucho más directa del grosor de la heliofunda, que podría rondar las 40 o 50 unidades astronómicas (una unidad astronómica es la distancia media entre el Sol y la Tierra). Eso supone que las dos naves Voyager, lanzadas en los años 70 y que están atravesando ahora esa zona, cruzarán el umbral que las sitúe definitivamente en el espacio exterior antes del año 2020, y no en 2030 como se había pensado antes.
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