Las consecuencias del hallazgo de agua

El reciente hallazgo de agua en la Luna y de depósitos de hielo en Marte facilitará establecer bases en el satélite y en el planeta rojo, además de visitar asteroides. Así, el líquido se convierte en el nuevo motor de la exploración humana.


"La existencia de agua en forma de hielo en la Luna, ha sido una especie de santo grial de la exploración espacial", dijo Jim Green, director de la División de Ciencia Planetaria de la NASA, a la luz del reciente hallazgo de la sonda india Chandrayaan-1. La razón es que la existencia del recurso en cantidades importantes permitiría concretar los planes de EE.UU. y países como China, de instalar bases habitadas en el satélite terrestre después de 2020, las que servirán de punta de lanza para una nueva era de colonización y como laboratorios de prueba para travesías tripuladas a Marte y otros rincones del sistema solar.

El descubrimiento realizado por la nave india era la noticia que todos los científicos esperaban para dar nuevo impulso a la exploración humana. El hallazgo sustenta, además, una reciente visión del sistema solar como un lugar menos inhóspito, donde un elemento básico para la vida como el agua no se limita a la Tierra. En 2008, la NASA halló hielo justo bajo su sonda Phoenix en Marte, mientras la luna Titán de Saturno muestra los mismos indicios y el satélite Europa de Júpiter registra evidencia de un océano bajo su helada corteza.

Desde el fin del programa Apollo en 1972, se asumió que la Luna era casi tan seca como un desierto y la posterior visita de más de una decena de sondas no cambió esa visión. Hasta esta semana, cuando la NASA informó que un instrumento a bordo de la nave india encontró "pruebas inequívocas" de la existencia de moléculas de agua en la geografía lunar. De hecho, los datos de la nave sugieren que un metro cúbico de terreno lunar albergaría casi un litro de agua.

La llegada de la misión Apollo 11 a la Luna, el 20 de julio de 1969, convirtió a los astronautas Neil Armstrong y "Buzz" Aldrin en protagonistas de la mayor aventura del hombre. Eran los primeros humanos que caminaban en el satélite y los rostros visibles del mayor triunfo de EE.UU. en la carrera espacial con la Unión Soviética (URSS).

Pero mientras los medios transmitían sin cesar las imágenes de la victoria estadounidense, en los cuarteles de la agencia espacial NASA los científicos se felicitaban por otro logro que pasó inadvertido en su momento, pero que tenía vital importancia.

Uno de los objetivos primordiales de Apollo 11 era ser la primera misión en traer a la Tierra muestras de suelo lunar. La tarea era tan esencial para la NASA que, sólo tres días antes del despegue, la URSS lanzó su propia sonda no tripulada Luna 15. Era el último y desesperado intento por robarle a sus rivales el honor de recoger rocas lunares y llevarlas a Moscú, pero tras 52 órbitas, la nave se estrelló en la Luna un día después de la llegada de Armstrong y Aldrin.

¿Qué motivaba esta búsqueda de muestras lunares? No se trataba sólo de hallar minerales explotables, sino de encontrar rastros de un elemento básico para la vida y que podría impulsar aún más la exploración espacial tripulada: el agua. La existencia de hielo en las zonas profundas de los cráteres lunares fue propuesta por primera vez en 1961, por expertos del Instituto de Tecnología de California.

Los investigadores plantearon que debido a la posición de la Luna respecto del Sol, algunos cráteres en los polos del satélite permanecían bajo sombra constante: las temperaturas sumamente bajas impedirían que el hielo y sus partículas de agua se degradaran. Una teoría que se puso a prueba cuando los astronautas del Apollo 11 trajeron más de 22 kilos de material lunar.

Pero pese a que se hallaron pequeños rastros de agua en algunas rocas, los mismos expertos -quizás debido a lo limitado de los instrumentos de la época- calificaron los resultados como contaminación generada durante la manipulación en el laboratorio.

La Luna surgió cuando un cuerpo del tamaño del planeta rojo chocó con la Tierra hace 4,6 mil millones de años y, según cálculos previos al reciente hallazgo, en los últimos dos mil millones de años, gélidos asteroides y cometas bombardearon el satélite depositando hasta 300 millones de toneladas de agua congelada.

Chris Welch, experto en exploración espacial de la U. de Kingston (Reino Unido), explica que el líquido transformará la forma de vivir en otro cuerpo espacial. "Hallar tanta agua facilitará enormemente la vida futura en la Luna. El agua es muy pesada y enviarla al espacio es muy complejo y costoso (llevar un kilo de carga a la Luna cuesta $27 millones). Con este recurso y sin importar el estado en que esté, tendremos una reserva para beber, obtener oxígeno para respirar o procesarla para conseguir hidrógeno y fabricar combustible de cohetes", señala el académico.

El próximo mes, la sonda LCROSS de la Nasa se estrellará en el polo sur lunar para determinar la cantidad de hielo en el lugar. Es una de varias sondas que EE.UU., China, Rusia e India enviarán en los próximos años para descifrar este enigma. Si las naves corroboran un alto nivel de agua congelada, los futuros colonos podrán establecer plantas de procesamiento.

"Esto nos ahorraría el problema de transportar agua almacenada y disminuiría los costos de la exploración", indica Martin Barstow, profesor de astrofísica de la U. de Leicester (Reino Unido). A pesar de los problemas de presupuesto de la Nasa -se estima que la agencia debería aumentar cada año su presupuesto en tres mil millones de dólares si quiere enviar una nueva tripulación a la Luna en 2020-, Barstow cree que el hallazgo de agua en la Luna presionará a EE.UU. para que reviva su exploración lunar.

La Luna es considerada como una cámara hiperbárica a gran escala, donde, en lugar de prepararse para los intensos cambios de presión entre la superficie y las profundidades marinas, como lo hacen los buzos, un astronauta puede aclimatarse antes de emprender un viaje hacia un destino más ambicioso como Marte. Después de todo, el satélite está a 384.000 km y las misiones tripuladas tardan tres días en llegar, mientras ir y volver a Marte -cuya distancia máxima alcanza 102 millones de kilómetros- tomaría dos años.

"Un programa lunar nos permitiría aprender a vivir y trabajar en ambientes muy difíciles. La Luna es un sitio hostil y explorarla es una forma de ensayar cómo movernos en el sistema solar", dice Barstow. Mientras la sonda Dawn de la Nasa ya viaja hacia el cinturón de asteroides cercano a Júpiter para investigar la existencia del líquido en el planeta enano Ceres, hoy la "fiebre del agua" se centra en Marte y los depósitos en sus polos y el área ecuatorial.

Las diversas sondas en órbita del planeta rojo han corroborado que los polos marcianos están formados en 50% por hielo y 50% por tierra. Pero este jueves, la U. de Arizona reveló otro hallazgo clave obtenido por la sonda Mars Reconnaissance Orbiter: depósitos de hielo en la medianía del planeta con agua que es 99% pura.

Dicha característica sólo puede tener dos orígenes: nevazones -lo que implica que la atmósfera es más húmeda de lo que se creía- o agua líquida subterránea que emerge y se congela. Ambas posibilidades son vitales para las misiones tripuladas que EE.UU. y Rusia preparan para 2040, ya que una presencia importante de agua implica sustentar la presencia humana y eleva la posibilidad de hallar rastros de vida en los depósitos líquidos (la capa de hielo recién identificada equivaldría al 10% de la capa de hielo de Groenlandia, mientras el 1% de la superficie roja tendría más hielo que toda la Luna).

Si bien es una meta más lejana, rusos y estadounidenses ya ensayan los primeros asentamientos humanos en Marte. En Moscú acabó la segunda fase del experimento Marte 500, en que seis personas habitaron por 106 días un complejo que simuló una base dotada con tres toneladas de agua y cinco de comida. De forma similar, la NASA y la Sociedad Marte operan varios laboratorios.

Una de estas instalaciones se ubica en la Isla Devon, al norte del círculo ártico, donde en julio los participantes realizaron las primeras simulaciones geofísicas para detectar fuentes de agua en Marte y extraerla. Mientras, la NASA ya le propuso a Rusia enviar una misión tripulada conjunta.

La NASA ya planea misiones tripuladas de siete días a la Luna y estadías de 180 días cuando se construya una base. "Hoy no nos interesa instalar una bandera o dejar huellas, sino una presencia humana sostenida, para usar la Luna como punto de partida hacia Marte, asteroides y otros lugares del sistema solar", afirma John Olson, director del departamento de la agencia que supervisa la exploración lunar.

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