Veinte mil artefactos espaciales en desuso transitan por las capas superiores de la atmósfera. Debido a la gran velocidad a la que se desplazan, podrían provocar un desastre si llegan a chocar con satélites o naves tripuladas.
El espacio en torno a la Tierra se ha convertido en una especie de vertedero flotante. Según estimaciones del Gobierno norteamericano, unos 20 mil objetos circulan en torno al planeta. De ellos, un 94% son satélites o fragmentos de cohetes en desuso que se mantienen a la deriva.
Una cifra que sólo considera aquellos elementos de mayor tamaño, pues se estima que existen cientos de miles de objetos pequeños dando vueltas, producto de la destrucción programada o accidental de satélites. Debido a la gran velocidad a la que se desplazan, si uno de ellos llega a impactar a algún satélite en funcionamiento o a un transbordador, podría provocar graves averías en incluso destruirlo, además de acabar con la vida de sus tripulantes. Por esta razón, el Pentagono realizó una convocatoria a especialistas para recabar información sobre posibles soluciones para este problema.
Según el Pentágono, desde el año 2007, el número de desperdicios espaciales catalogados se ha incrementado en un 55%. El gobierno norteamericano responsabiliza por parte importante de este aumento a China, pues en enero de ese año, el Gobierno de Beijing lanzó un proyectil balístico para derribar un satélite meteorológico en desuso. El impacto se produjo a 865 kilómetros de altura y lejos de caer a la Tierra el artefacto se habría desintegrado, liberando fragmentos de diversas dimensiones que permanecen orbitando el planeta.
Casi un año después, Estados Unidos hizo lo propio y lanzó un misil que impactó al satélite espía US 193. El gobierno norteamericano justificó su destrucción en el peligro que representaba la posibilidad de que el objeto, con 450 kilos de combustible tóxico, llegara a la Tierra. Además, explicó que el impacto se produjo a sólo 240 kilómetros de la superficie terrestre, por lo tanto, los restos caerían rápidamente y no se mantendrían flotando.
En febrero de este año, un accidente ayudó a incrementar la cantidad de chatarra en torno al planeta. El Cosmos 2251, un viejo satélite ruso, y el Iridium 33, un satélite comercial estadounidense, chocaron a 800 kilómetros de altura, sobre Siberia. El impacto produjo miles de escombros que quedaron esparcidos entre los 500 y los 1.300 metros de altura.
Hasta el momento, la Agencia Espacial Europea había diseñado un programa para sistematizar la información sobre la chatarra desperdigada en torno a la Tierra. La convocatoria del Pentágono constituye el primer esfuerzo concreto por encontrar una solución a este problema. Según el llamado que lanzó el organismo a través de internet, se buscan "soluciones efectivas que permitan eliminar grandes cantidades de desechos espaciales de manera rentable". Pese a que el Pentágono indicó que por el momento no está contemplado un pago para quienes presenten propuestas, la solicitud exige que los oferentes indiquen el plazo contemplado para la remoción de la chatarra espacial, además de un costo estimado por tonelada retirada, entre otros parámetros.
Por el momento no existen soluciones que permitan un retiro masivo de gran parte de la basura espacial. Una opción que se ha barajado hasta ahora es dotar a los satélites de una vela que se despliegue cuando la acabe su vida útil, para que los vientos solares la alejen de la Tierra. Otra es utilizar sondas para arrastar la chatarra hacia las capas inferiores de la atmósfera y propiciar su caída a tierra, o bien, para empujarla hacia órbitas exteriores.
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