
En el año 1977 se enviaron al espacio 2 sondas gemelas, llamadas Voyager 1 y Voyager 2. Mientras que la principal misión de Voyager 1 era alcanzar Júpiter y Saturno para obtener velocidad suficiente para escapar rápidamente del Sistema Solar con el fin explorar más allá de Plutón, la sonda Voyager 2 hizo un fantástico y único viaje por no sólo Júpiter y Saturno, sino que también por Urano y Neptuno, antes de adoptar la misma misión que su gemela.
Más de 10 años después de haber abandonado la Tierra, Voyager 2 realizó una serie de mediciones detalladas y tomas de datos de Urano y Neptuno. Hasta ahora ha sido la única sonda que ha explorado aquellos planetas. Precisamente hace dos décadas atrás el artefacto exploró en detalle al -hasta entonces misterioso- satélite Tritón, de Neptuno.
Los datos de la sonda interestelar ayudaron a determinar que Tritón es la luna más grande de Neptuno, con 2.700 kilómetros de diámetro (un 80% del diámetro de la Luna), y es uno de los cuerpos más fríos del Sistema Solar puesto que su temperatura alcanza -235 °C.
Aún así esta luna posee activos géiseres de nitrógeno líquido y en vapor. El descubrimiento de estos géiseres cambió en cierto modo la visión que se tenía acerca del concepto de estas formaciones geológicas: ya no era necesario que un cuerpo tuviera una alta temperatura para tenerlos. Junto con esta actividad geológica, la luna también posee una superficie extremadamente escabrosa y rugosa debido a que posiblemente en su formación sufrió de un vulcanismo extremo, y de repetidos calentamientos y enfriamientos.
La sonda Voyager 1 es el artefacto humano que más lejos ha llegado hasta ahora, estando actualmente a más de dos veces la distancia que hay entre Plutón y el Sol. Junto con Voyager 2, aún siguen enviando datos de su pionera travesía hacia las afueras de nuestro Sistema Solar. Se prevé que enviarán datos hasta el año 2030.
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